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SE ME DESCOMPUSO ESTE COCHE LLAMADO VIDA
Noviembre 2021
Por: Daniela Nazareth Otero Otero

Se me descompuso este coche llamado vida: Project
Llevaba ya varios días levantándome una hora más temprano de lo usual porque a mi coche había días en los que se le antojaba no encender, así que si me pasaba de nuevo al menos tenía tiempo de tomar el colectivo y no llegar tarde. No me había dado cuenta de todo el desastre que me causaba el desperfecto de mi Ibiza hasta que un día durante la cena, mi gato después de correr tiró su plato con agua, me descubrí a mí misma exasperada, iracunda y desbordada de coraje gritándole a Mufasa: ¡No puede ser contigo, siempre es lo mismo, en serio no te puedes quedar quieto! Mi gato me vio con la mirada más fría e inexpresiva y se retiró a dormir en el sofá. Y yo me quedé ahí parada viendo cómo el agua formaba un caminito fino hacia la pared, sentía mis manos calientes y dolor de cabeza. ¿Es en serio? ¿acaso le he gritado a un animalito por hacer algo insignificante? Algo no está bien.
Al día siguiente me levanté una hora antes, el cambio en la rutina se había vuelto la rutina, me tomé mi café de olla, me causó acidez por el estrés, almorcé sin ganas, no me maquillé por si regresaba en colectivo “no llamar la atención", así se decidió también la ropa que usaría, lo más discreto que se pudiera. Me dirigí a la cochera, me subí al Ibiza, respiré hondo y 1, 2, 3 y nada, segundo intento, 1, 2 y 3. Nada, no prendió, bajé del coche, cerré la casa, mentalmente repasé haber apagado la estufa y cerrado la llave del agua. Listo. Caminé a la esquina, esperé el colectivo y llegué al trabajo unos minutos tarde, el asunto del coche no me dejó concentrarme ni comer a gusto, fui a un puesto de sándwiches pensando si no estaba gastando de más, si no necesitaría este dinero en alguna otra cosa, regresé al trabajo y esperé la hora de la salida.
En el trayecto a casa le cancelé a mi mamá el almuerzo del sábado, no tendría coche para ir a visitarla. Llegué a casa cansada, estresada y sin ganas de comer, aunque una tripa se retorcía y exigía alimento. Abrí la puerta, mi gato no se acercó, quizá aún estaba resentido por mi rabieta del día anterior. Abrí la nevera y cené sin gana. Maldita sea, en qué momento se descompuso el Ibiza. Me fui a dormir con la esperanza de que en el fin de semana encontraría una solución.
Me levanté a las 6 A.M aunque no tenía que hacerlo, mi reloj biológico no distingue entre día laboral y día de descanso. Me preparé un café, me hice unas galletas de avena, me puse ropa vieja y caminé al garaje, “ok, Ibiza, esto es personal”. Vi unos 20 videos de YouTube tratando de buscar una mísera solución y nada, no le iba a llamar a Damián aunque podía, esto ya es personal, yo lo debo de resolver como adulta.
Esto se repitió durante la siguiente semana también. Mi gato ya ni se aparecía solo para pedir alimento, mi periodo no llegó, quizá mi útero entendió que lo mejor era no procrear en esos días y así hasta que hice lo que debía de haber hecho y que me rehusaba. Le llamé a un mecánico. El auto estuvo listo en una hora, me costó, sí, pero solo tendría que apretarme un poco el cinturón y alejarme de los gastos innecesarios. El lunes dormí más, usé la ropita que quería, me maquillé, llevé mi lunch porque en el coche cabe todo, llamé a mi mamá y reagendé nuestro almuerzo, hice mis cosas en el trabajo con calma y aun así salí temprano, de regreso pasé por mi despensa e hice una cena rica, le compré unas galletas a Mufasa e hicimos las pases, me duché y me fui a dormir.
Todo esto se lo conté a mi madre durante nuestro almuerzo, le dije: solo que imagina que el coche es mi vida y el mecánico es un terapeuta. Me miró asombrada, pero con duda, ¿vas a terapia? Le dije que sí, que me había cansado de ignorar que lo necesitaba, de creer que yo sola lo iba a resolver, de limitarme por no ser capaz de estar bien. Silencio incómodo. Y creo que tú también deberías de ir, culminé. Dijo que me notaba más tranquila, que ella nunca había creído que su Ibiza estuviera descompuesto, pues se le enseñó que “así son los coches”, que así es la vida, pero que también estaba lista para llamar al mecánico y dejarlo en manos de quien sí sabía qué hacer. Nos abrazamos muy fuerte y regresé a mi casa con una playlist hermosa que sonaba en mi Ibiza recién arreglado.
Se me descompuso este coche llamado vida: Texto

SOBRE LA AUTORA
Daniela Otero (16 de enero de 1997) es una foránea en Guanajuato a causa de sus estudios universitarios. Estudia Letras Españolas, pero sus intereses van más allá de la literatura. Ella vive rodeada de plantas y en compañía de su gato; el café nunca puede faltar en su rutina; y es una apasionada y ferviente luchadora del medio ambiente. Usar el término 'eco-friendly' para adjetivarla no bastaría para dimensionar su nivel de involucramiento en la preservación del planeta que habitamos.
Se me descompuso este coche llamado vida: Acerca de mí
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